jueves, 14 de febrero de 2013

¿Quién fue San Valentín y por qué se le asocia con el día del amor y la amistad?

El antiguo martirologio de la Iglesia de Roma marca el día 14 de febrero como la conmemoración del “mártir San Valentín, presbítero de Roma” (Valentin/o significa “vigoroso” en latín).

La Vida y Martirio del Santo en Roma

San Valentín vivió alrededor del tercer siglo en Roma, siendo un sacerdote que ayudaba a los mártires cristianos durante las persecuciones emprendidas por el emperador Claudio II el Godo.  La gran virtud y facilidad catequética de Valentín se hacen visibles y es pronto aprehendido y llevado ante la corte imperial.

Al ser personalmente interrogado por el emperador Claudio II sobre su negativa a adorar a los ídolos, éste le contestó: “mi señor, si conocieras el gran regalo de Dios, serías feliz junto con tu imperio y rechazarías a los ídolos; adorarías al Único y Verdadero Dios y su Hijo Jesucristo”. 

Al ser interrogado por otro juez de la corte, Asterios, quien tenía una pequeña hija con ceguera y escuchando las enseñanzas de Jesucristo y cómo Él es la Luz del Mundo, le preguntó a Valentín si éste podría concederle la luz a su hija.  San Valentín puso sus manos sobre los ojos de la niña y oró: “Señor Jesucristo, Verdadera Luz nuestra, ilumina a ésta niña ciega”.  En ese momento, la niña fue curada y recuperó la vista.  El juez junto con toda su familia confesó su Fe en Cristo y tras haber ayunado por tres días, destruyó los ídolos de su casa y recibió el misterio del Santo Bautizo.

El emperador tras escuchar aquellos sucesos decidió inicialmente no castigarlo.  Sin embargo, pensando que se mostraría débil ante la corte romana, San Valentín junto con otros cristianos fueron torturados y finalmente decapitados el 14 de febrero del año 268 o 269.

San Valentín: patrono de los Amantes

Además de la información histórica que se tiene sobre la vida de San Valentín, se le acompañan varias versiones populares, como aquella que hace del Santo el patrón de aquellos que se aman.

El Santo tenía reputación de buscador de paz.  Un día mientras cultivaba rosas en su jardín, escuchó a una pareja pelear de manera abrupta.  Valentín se acercó a la pareja que discutía y logrando que lo escucharan, los calmó y les ofreció una rosa que había tomado de su jardín.

Otra versión quizás más extendida dice que en aquél tiempo ningún varón tenía autorización de casarse sin antes haber cumplido con sus obligaciones militares.  Valentín, en contra de las disposiciones del emperador, bendecía los matrimonios de los jóvenes soldados cristianos con sus amadas.
 
 

domingo, 23 de diciembre de 2012

Dejando a Dios nacer


Dejando a Dios nacer

Esta época del año a muchos nos encanta.  En México celebramos las “felices fiestas” con comida de todo tipo: tamales, carnes asadas, ponche, buñuelitos; además de los famosos recalentados y el sin fin de postres y pasteles que nuestros amigos y familia nos convidan.  Por si fuera poco, recibimos bonitos regalos y a ¿Quién no le gusta recibir regalos?

Sin embargo, todo lo bonito de disfrutar las comidas, la oportunidad de disfrutar las reuniones con nuestra familia y amigos, las desveladas y las anécdotas que siempre nos hacen reír, son de esencia adicional y secundaria a algo todavía mucho mejor: Dios se hace hombre para vivir entre nosotros.  O sea, ¿eso qué querrá decir?

Dios en su infinito amor por la humanidad, se encarna para estar entre nosotros.  No para irlo a buscar en algún lado, ni sentir que cuando rezamos El se encuentra en un lugar muy lejos al nuestro.  Se hace humano para que lo invitemos a vivir dentro de nosotros, en nuestros corazones y que su vida y estancia en nuestro interior se traduzca en obras de amor hacia los demás, en una vida de provecho y llena de bendiciones.

Dios ha querido manifestarse en nuestra propia naturaleza, la humanidad.  Tal es su amor y misericordia por su Creación, que nos dice: “Aquí me tienen”.  Ahora la pelota cae en nuestra cancha.  Ahora El necesita el paso de nuestra parte y es que lo dejemos nacer.  ¿Pero que se lo impide?  Nuestro egoísmo, nuestra falta de amor por los demás, nuestra falta de humildad, nuestra ignorancia y falta de entendimiento, nuestra incapacidad por perdonar las faltas de los demás en nuestras vidas.

Es bonito prepararse para la Navidad poniendo pinos y nacimientos, decorando nuestros hogares y oficinas, buscando regalos para los demás y organizando posadas y reuniones; pero es más bonito y duradero en espíritu el prepararse para alojar al Niño Dios en nuestros corazones.  Que ésta fiesta sea solo el comienzo de una relación continua con nuestro Creador y no algo que pasando la temporada desgraciadamente termine.

Feliz Navidad a Tod@s!
 
 

lunes, 8 de octubre de 2012

Sacerdote Griego Ortodoxo Nominado al Premio Nobel de la Paz


Sacerdote Griego Ortodoxo Nominado al Premio Nobel de la Paz
por Nikos Pitsiakides 

De entre las grandes personalidades de todo el mundo, se encuentra nominado al Premio Nobel de la Paz un sacerdote ortodoxo conocido como el “santo” de los prisioneros.
El Padre Gervasios de Salónica ha dedicado su vida a ofrecer asistencia a los prisioneros necesitados.  Los últimos 35 años, ha contribuido a la liberación de 15,200 prisioneros originarios de más de 90 países, ¡habiendo recolectado mas de 4’100,000 de euros! 
Personalidades del arte y muchos científicos de los cinco continentes han sugerido al Archimandrita Gervasios Raptopoulos como candidato al Premio Nobel de la Paz otorgado por la Academia Noruega.  La cuenta regresiva para los premios ha comenzado, tomando lugar su anunciamiento el día 12 de octubre a las 11:00 am.
 El ministerio para la liberación de prisioneros indigentes del Padre Gervasios, “Hosia Xeni”, ha hecho una gran contribución durante 35 años; ayudando a las personas detenidas por ofensas menores a obtener su libertad en aquellos casos en que no pueden cubrir el pago de una sentencia bajo fianza.
 Pero no sólo eso.
 “Ofrecen al detenido vestimenta, zapatos y limpieza, así como asistencia financiera para necesidades básicas en cuidados dentales y ortopédicos.  La asistencia a las familias de los prisioneros es muy variada.  Se otorga una ayuda mensual de 300 euros para los niños de aquellos prisioneros cumpliendo condenas en el exterior hasta completar sus estudios universitarios.  Contribuyen con los gastos de limpieza y de calefacción de las prisiones de nuestro país” dice el ministro democrático.
 El dinero pagado para la liberación de miles de prisioneros proviene de contribuciones voluntarias hechas por miles de filántropos y expatriados griegos.
 Traducción al español por Marcos.






viernes, 7 de septiembre de 2012

¿Por qué dejé el Papismo? - Obispo Pablo de Ballester Convallier - 8° y última parte

8.- En el seno de la ortodoxia

En segundo lugar, como mi salida de papismo se hizo más ampliamente conocida en los círculos eclesiásticos y recibió la respuesta más entusiasta en los círculos protestantes españoles y franceses, mi posición fue cada vez más precaria.

En la correspondencia que he recibido, las cartas anónimas amenazantes y abusivas eran abundantes. Ellos me acusan de que estaba creando una ola anti papista alrededor de mí y yo era el líder; que de mi ejemplo en la "apostasía", clérigos católicos "que estaban dogmáticamente enfermos" habían expresado públicamente un sentimiento de simpatía por mi caso.

Este hecho me obligó a salir de Barcelona, y me establecí en Madrid donde fuí buscado por los anglicanos y por ellos entré en contacto con el Consejo Mundial de Iglesias.

Ni siquiera allí logré pasar inadvertido. Después de cada sermón en diferentes iglesias anglicanas, un número cada vez mayor de oyentes tratado de conocerme y con confianza para discutir conmigo algunos de los temas eclesiásticos.

Por ello, sin querer, un círculo cada vez mayor de personas se comenzó a formar a mi alrededor, que eran muy anti- papistas. Esta situación me estaba exponiendo a las autoridades, porque en las reuniones confidenciales que había aceptado asistir a algunos clérigos católicos comenzaron a aparecer los que eran conocidos "por su falta y el debilitamiento de la fe con respecto a la primacía y la infalibilidad de la jerarquía de Mayor de Roma".

La venganza que algunos fanáticos papistas llevaban en contra de mi persona la ví expresarse plenamente y llegar a su cenit el día que me respondió públicamente a una tesis eclesiológica de control que había enviado a mí, como último paso para sacarme de la "trampa de la herejía" en que había caído. Este trabajo de carácter apologético tenía el título expresivo: El Papa, Vicario de Nuestro Señor en la Tierra. Y la consigna con la que terminaron los argumentos en el libro, fue la siguiente: "Debido a la infalibilidad del Papa, los católicos son hoy en día los únicos cristianos que sólo pueden estar seguros de lo que creen".

En las columnas de la reseña de un libro en portugués, me contestó: "La realidad es que debido a esta infalibilidad usted es el único del que los cristianos no podemos estar seguros acerca de lo que creerá mañana". Mi artículo terminaba con la frase siguiente: "Pronto, por el camino que andan, ustedes nombrarán a el Señor, vicario del Papa en el cielo".

Poco después publiqué en Buenos Aires mi estudio de tres volúmenes, que puso fin a las escaramuzas con los papistas. En ese estudio que había reunido todas las cláusulas en la literatura patrística de los primeros cuatro siglos, que, directa o indirectamente se refieren a las "cláusulas de primacía" (Mateo 16:18-19; Juan 21: 15-17, Lc 22: 31-32). He demostrado que las enseñanzas del Papa fueron absolutamente extrañas y contrarias a la interpretación dada por los padres sobre el tema. Y la interpretación de los Padres es exactamente el estado en que entendemos la Santa Biblia.

Durante ese período, a pesar de situaciones que nada tienen, por primera vez entré en contacto con la ortodoxia. Antes de continuar relatando los hechos, debo confesar aquí que mis ideas acerca de la Ortodoxia habían sufrido un importante desarrollo desde el comienzo de mi odisea espiritual. Tuve algunas discusiones sobre temas eclesiológicos con un grupo de ortodoxos de Polonia, que pasó por mi país, y la información que he recibido del Consejo Mundial de la existencia y la vida de los círculos ortodoxos en el oeste, me había causado un interés real. Además, empecé a leer diferentes libros rusos y griegos y revistas de Londres y Berlín, así como algunos de los libros que fueron proporcionados por el apreciado Archimandrita Benedicto Katsenavakis en Nápoles, Italia. Así pues, mi interés en la ortodoxia seguía creciendo.

Despacio, poco a poco, de esta manera empecé a perder mis prejuicios contra el interior de la Iglesia Ortodoxa. Estos sesgos presentaban a la Ortodoxia como cismática, sin vida espiritual, un grupo de drenaje de las iglesias pequeñas que no tienen las características de la verdadera Iglesia de Cristo. Y el cisma que “había tenido al diablo por padre y al orgullo del patriarca Focio por madre".

Así que cuando empecé a mantener correspondencia con un miembro respetado de la jerarquía ortodoxa en el oeste - cuyo nombre no creo que me autorice a publicar debido a mi criterio personal, basado en las informaciones originales - estaba así totalmente libre de todo prejuicio contra la ortodoxia y espiritualmente podía mirarla objetivamente. Pronto me di cuenta, e incluso con una agradable sorpresa, que mi postura negativa que había contra papismo se ajustaba completamente a la enseñanza eclesiológica de la Ortodoxia. El jerarca respetable, de acuerdo con esta coincidencia en sus cartas, se abstuvo de expresarse de manera más amplia, porque era consciente de que vivía en un ambiente protestante.

Los ortodoxos en Occidente no son en absoluto susceptibles de proselitismo. Sólo cuando nuestra correspondencia continuó suficiente, el obispo ortodoxo me enseñó a leer el libro excelente de Sergei Boulgakov titulado La ortodoxia, y el no menos excelente en la disertación por su profundidad bajo el mismo título por el Metropolita Serafín. Por el momento yo también había escrito específicamente para el Patriarcado Ecuménico.
 
En esos libros me encontré. No hubo ni siquiera un solo párrafo que no estaba por completo de acuerdo con mi conciencia. Tanto en estas obras como en otros que enviaron a mí con alentadoras cartas - ahora incluso de Grecia-- vi claramente cómo la enseñanza ortodoxa es profunda y puramente evangélica y que los ortodoxos son los únicos cristianos que creen como los cristianos de las catacumbas y como los Padres de la Iglesia de la Edad de Oro. Ellos son los únicos que pueden repetir con la santa patrística diciendo: "Creemos en lo que hemos recibido de los Apóstoles".

Ese período escribí dos libros, uno con el título El concepto de la Iglesia según los Padres de Occidente y el otro con el título Tu Dios, nuestro Dios y Dios. Estos libros se publicarán en América del Sur, pero no procedí a su liberación para no darle argumentos fáciles y peligrosos a la propaganda protestante.

Desde el lado ortodoxo me aconsejaron abandonar mi posición simplemente negativa contra papismo, y para dar forma a mi personal Fe o Credo, para poder juzgar en qué medida yo era de la Iglesia Anglicana, así como de los ortodoxos.

Fue un trabajo duro que he resumido con las siguientes frases: "Yo creo en todo lo que se incluye en los libros canónicos del Antiguo y Nuevo Testamento, según la interpretación de la Tradición eclesiástica, a saber, los Concilios ecuménicos que fueron verdaderamente ecuménicos, y por la enseñanza unánime de los Santos Padres que la catolicidad reconoció como tales".

A partir de entonces empecé a comprender que la simpatía de los protestantes hacia mí se iba enfriando, a excepción de los anglicanos que se rigen por un apoyo significativo. Y es sólo ahora que el interés ortodoxo, a pesar de llegar tarde, como siempre, empezó a manifestarse y que me atraen a la ortodoxia como "posiblemente Catecúmeno".

Los esfuerzos de un profesor universitario polaco, a quien conocía, cimentaron mi convicción de que la ortodoxia es compatible con las verdades del cristianismo. Entendí que todos los cristianos de otras confesiones están obligados a sacrificar una parte importante de la fe para llegar a la pureza dogmática completa, y sólo para un cristiano ortodoxo no es tan necesario. Por sólo ahí vive y permanece el fondo del cristianismo y la verdad revelada sin alteraciones.

Por lo tanto, no hice más contra el catolicismo romano Todopoderoso ni contra la frescura que los protestantes mostraron en contra de mí. Había en el Oriente y dispersos en todo el mundo, 280 millones de cristianos que pertenecían a la Iglesia ortodoxa y con los que me sentía en la comunión de la fe.

La acusación de la momificación de la teología ortodoxa no tenía para mí ningún valor, porque yo había entendido que esta perseverancia fija y estable de la doctrina ortodoxa de la verdad no era piedra espiritual solidificada, sino un flujo eterno como la corriente de la cascada que parece permanecer siempre la misma y las aguas siempre cambian.

Lentamente, poco a poco, los ortodoxos empezaron a considerarme como uno de los suyos. "Nos dirigimos a este español acerca de la Ortodoxia", escribió un famoso Archimandrita, "no es proselitismo". Me di cuenta de que ya estaba dado a luz en el puerto de la ortodoxia, que fue finalmente respirar libremente en el seno de la Iglesia Madre. En este periodo fui finalmente Ortodoxo sin darme cuenta, y como los discípulos que caminaban hacia Emaús, cerca del divino Maestro, me di cuenta que había cubierto una estrecha franja a la ortodoxia, sin reconocer al final la verdad de manera concluyente.

Cuando se aseguró de esta realidad, me escribió una larga disertación sobre mi caso en la Iglesia Ortodoxa, el Arzobispo de Atenas a través del Diaconado Apostólico de la Iglesia de Grecia. Y al no tener más que ver con España - donde hoy no existe una comunidad ortodoxa - salí de mi país y me fui a Francia, donde solicité ser miembro de la Iglesia Ortodoxa, habiendo antes dejado pasar un poco más de tiempo para que el fruto de mi cambio madurara. Durante este período he profundizado mi conocimiento de la ortodoxia y el fortalecimiento de la relación con su jerarquía.

Cuando tomé plena confianza en mí, di el paso decisivo y fui recibido oficialmente en la verdadera Iglesia de Cristo como su miembro. He querido realizar este gran acontecimiento en Grecia, el país donde conocí la ortodoxia a donde vine a estudiar teología. El bendito Arzobispo de Atenas me recibió paternalmente. Su amor y el interés estaban más allá de mis expectativas. Debo decir lo mismo del entonces canciller de la sagrada Arquidiócesis y en la actualidad obispo Dionisio de Rogon que me mostró el amor paterno. Es innecesario añadir que en una atmósfera de amor y calor, el Santo Sínodo no tomó mucho tiempo para decidir mi aceptación canónica en el seno de la Iglesia Ortodoxa. Durante toda la noche de la ceremonia sagrada que fui honrado con el nombre del Apóstol de las Naciones, y después de que fui recibido como un monje en el monasterio de Santo Penteli. Poco después, fui tonsurado diácono por el santo obispo Rogon.

Desde entonces vivo en el amor, la compasión y la comprensión de la Iglesia griega y todos sus miembros. Le pido todas sus oraciones y su apoyo espiritual para que siempre pueda presentarme digno de la gracia que me fue dada por el Señor.

¿Por qué dejé el Papismo? - Obispo Pablo de Ballester Convallier - 7° Parte

7.- “Hace unos pocos siglos lo habrían quemado a Usted en las hogueras de la Santa Inquisición”

Según la opinión de la mayoría de ellos, yo era un hereje. Esto es lo que un obispo me escribió: "Hace unos pocos siglos, las ideas que tiene, habrían sido suficiente para llevarlo a los fuegos de la Santa Inquisición".

Sin embargo, a pesar de todo esto yo tenía la intención de permanecer en el monasterio y entregarme a la vida puramente espiritual, dejando la responsabilidad del engaño y su corrección a la jerarquía. Pero, ¿las cosas importantes de el alma podrían estar seguras en un camino de vida superficial, donde la arbitrariedad del Papa podría acumular nuevos dogmas y doctrinas falsas acerca de la vida piadosa de la Iglesia? Además, dado que la pureza de la enseñanza fue construido con falsedades sobre el Papa, ¿qué tranquilidad podría tener de que esta mancha no se extendiera a otras partes de la fe evangélica?

Por ello no es extraño que los hombres santos de la Iglesia Latina comenzaron a sonar la alarma diciendo cosas como: "¿Quién sabe si los medios de menor importancia de la salvación que nos inundan no puede hacernos olvidar nuestro único Salvador Jesús ...? Hoy en día nuestra vida espiritual se presenta como una multi-multi-rama y hojas de árbol, donde las almas no saben dónde está el tronco, y donde las raíces son quienes lo alimentan".

De tal manera que hemos decorado y sobrecargado nuestra religiosidad, de manera que el rostro de Aquel que es el enfoque de la cuestión" se ha perdido dentro de la "decoración". Estando convencido de que la vida espiritual en el seno de la Iglesia papal era exponerme a los peligros, terminé de dar el paso decisivo. Abandoné el monasterio y después de un tiempo, declaré que no pertenecía a la Iglesia latina. Algunos otros hasta entonces parecían dispuesto a seguir conmigo, pero en el último momento nadie resultó dispuesto a sacrificar de manera tan radical su posición dentro de la Iglesia, con el honor y la consideración de que disfrutaban.

De esta manera he abandonado la Iglesia latina, cuyo líder, olvidando que el Reino del Hijo de Dios "no es de este mundo" y que "aquel que es llamado al obispado no se llama a cualquier alto cargo o autoridad, sino a la diaconía de toda la Iglesia", sino que imitándolo pretenden en su orgullo ser como Dios, perdió la verdadera gloria "y" se sentó en el templo de Dios como Dios". Con razón Bernardo De Claraval escribió sobre el Papa: "No hay veneno más terrible para ti, una espada más peligrosa, que la sed de dominación y de la pasión". Al salir de papismo, seguí mi voz de la conciencia, que era la voz de Dios. Y esa voz me decía, "sal de ella ... porque no puedes participar de sus pecados y no puedes recibir de sus heridas".

¿Por qué dejé el Papismo? - Obispo Pablo de Ballester Convallier - 6° Parte

6.- La respuesta retadora de un jesuita

Me entregué casi por completo en mis estudios durante ese período, aprovechando las horas en que mi orden me permitía retirarme a mi celda, para pensar en otra cosa, mi gran problema. Durante meses, me gustaba estudiar la estructura y organización de la Iglesia primitiva, directamente de las fuentes apostólica y patrística. Sin embargo, todo este trabajo no se puede hacer totalmente en secreto. Parecía evidente que mi vida exterior se vio fuertemente afectada por esta gran preocupación que había abrumado todos mis intereses y minó todas mis fuerzas. Nunca perdí la oportunidad de investigar desde el exterior del monasterio, lo que podría contribuir a arrojar luz a mi problema. De esta manera empecé a discutir el tema con eclesiásticos conocidos en relación con la confianza que tenía en su franqueza y su corazón. De esta manera iba a recibir continuamente las impresiones y opiniones sobre el tema, que fueron para mí siempre interesantes y significativas.

Encontré a la mayoría de estos clérigos más fanáticos de lo que esperaba. A pesar de que eran plenamente conscientes de lo absurdo de la doctrina de la Papa, que junto con la idea de que "la petición para el Papa exige un consentimiento ciego de nuestros puntos de vista", y en la otra máxima por el fundador de los jesuitas: "que puede poseer la verdad y no caer en la falacia, se lo debemos a que siempre dependen del axioma básico e inmutable de que lo que vemos como blanco en realidad es negro, si eso es lo que la jerarquía de la Iglesia nos dice". Con este sesgo fantástico un sacerdote de la Compañía de Jesús me confió con el siguiente pensamiento:

"Lo que me dice reconozco que es más lógico y muy claro y cierto. Sin embargo, para los jesuitas, además de los habituales tres votos, le damos un cuarto durante el día de la tonsura. Este cuarto voto es más importante que el voto de la pureza, la obediencia y la pobreza. Es el voto de que estamos totalmente con el Papa. De esta manera, prefiero ir al infierno con el Papa que al paraíso con todas sus verdades".

¿Por qué dejé el Papismo? - Obispo Pablo de Ballester Convallier - 5° Parte

5.- El Papa es todo y la iglesia no es otra

Sin embargo, no se detuvo allí. Yo ya había empezado alejarme de mi Iglesia. Yo había tomado un camino que no se me permitía parar hasta encontrar una solución positiva. El drama de esos días era que yo me había alejado de papismo, pero no acudí a cualquier otra realidad eclesiástica. La ortodoxia y el protestantismo luego fueron para mí ideas vagas y no había llegado el momento y la oportunidad de comprobar que podían ofrecer algo para calmar mi agonía. A pesar de todo esto yo seguía amando a mi Iglesia que me hizo cristiano y le dio significado a mi vida. Todavía faltaba un pensamiento más profundo para llegar lentamente, con dificultad y dolor, a la conclusión de que la Iglesia que me gustaba no era parte del sistema papal.

En verdad, no contra la monocracia del Papa, la autoridad de la Iglesia y del cuerpo episcopal está intrínsecamente subordinada. Porque de acuerdo con la teología de América "la autoridad de la Iglesia sólo existe cuando se caracteriza y armoniza por el Papa. En todos los demás casos se anula". De esta manera es lo mismo si el Papa está con la Iglesia o el Papa sin la Iglesia, en otras palabras, el Papa lo es todo y la Iglesia no es nada. Muy acertadamente el Obispo Maren escribió, "Hubiera sido más preciso si los católicos cuando recitan el 'Credo' diría 'Y en un Papa", en lugar de "... Y en una Iglesia'».

La importancia y la función de los obispos en la Iglesia latina no son más que la de los representantes de la autoridad papal que se presentan como tales ante los fieles laicos. Este régimen que intentan mantener bajo el capítulo 22 del Evangelio de San Juan, que según la interpretación de América "ha confiado el Señor al apóstol Pedro, el primer Papa, el pastoreo de sus corderos y sus ovejas", es decir, otorga a él el trabajo de Príncipe de los pastores con los derechos exclusivos a todos los fieles, que son los corderos y todos los demás, los apóstoles y los obispos, a saber, las ovejas.

Sin embargo, los obispos en la Iglesia latina, ni siquiera son sucesores de los Apóstoles, porque como dogmatizan: "La autoridad apostólica faltaba a los Apóstoles y no fue transmitido a sus sucesores, los obispos. Sólo la autoridad papal de Pedro, es decir, los Papas". Los obispos de entonces, al no haber heredado cualquier autoridad apostólica, no tienen ninguna otra autoridad que la dada a ellos, no directamente de Dios, sino por el Sumo Pontífice de Roma.

Y los concilios ecuménicos tampoco tienen ningún otro valor que el dado a ellos por el obispo de Roma, "porque no puede ser otra cosa, excepto las conferencias del cristianismo, que se denominan en la autenticidad y la autoridad del Papa". Bastaría que el Papa saliera de la sala del Concilio diciendo: "Yo no estoy ahí nunca más", para detener desde ese momento en el Concilio Ecuménico de tener cualquier validez. Si no está autorizada y validada por el Papa, ¿que podría imponer su autoridad sobre los fieles?